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Blog sobre psicoterapia online, feminismo y salud mental

Perfeccionismo: Un Espejismo de Control

  • Foto del escritor: Ángela Cardona
    Ángela Cardona
  • 27 oct 2024
  • 6 Min. de lectura

Actualizado: 24 nov 2024




El Perfeccionismo: Un Espejismo de Control


Muchas de mis pacientes dicen que “padecen de perfeccionismo”, y más allá del rótulo popular, lo dicen, porque entienden que es tal la autoexigencia por hacer las cosas bien, que hay algo de exceso en ello.


Ya sea que lo padecen porque esta "necesidad" las paraliza, hace que procrastinen o habiéndo hecho lo propuesto, jamás están satisfechas con el resultado y se machacan buscando errores hasta donde no los hay.


Podríamos decir que el perfeccionismo subjetivo es la tendencia de establecer estándares excesivamente altos para una misma, acompañada de una evaluación autocrítica constante, que en origen, se da buscando control: el control sobre la calidad del trabajo, sobre la percepción que otros tienen de nosotras mismas y, en última instancia, sobre la forma en que se nos valora.

Sin embargo, ese control es un espejismo, como veremos, que rara vez se traduce en satisfacción personal y que en las mujeres, es más un mecanismo de control externo que interno.


¿En qué consiste el rasgo del Perfeccionismo?


Bruce Pyryt, (2007) un académico y psicólogo canadiense especializado en la psicología de la educación y las altas capacidades, analizó cómo el perfeccionismo que puede parecer una ventaja en ciertos contextos, puede transformarse en una trampa emocional, en un obstáculo para el bienestar y el rendimiento, incluso en quienes tienen un alto potencial intelectual y creativo.


Pyryt señalaba que el perfeccionismo involucra una serie de actitudes rígidas que dificultan la relación que las personas tienen con sus metas y consigo mismas. Un aspecto central es el pensamiento dicotómico, que lleva a ver las cosas en términos de “todo o nada”. Las personas con esta mentalidad tienden a creer que si no logran un resultado perfecto, todo su esfuerzo ha sido en vano. Esto las priva de apreciar los matices y los logros parciales, haciendo que incluso un pequeño error pueda sentirse como un fracaso total.


Lo que podría haber sido un deseo de hacer las cosas bien, de crear una obra significativa o realizar un proyecto de calidad se convierte en una obligación ineludible, en una demanda interna donde el error no está permitido, dejando de lado la flexibilidad y el disfrute del proceso creativo.


Otro rasgo característico de este tipo de perfeccionismo es la tendencia a enfocarse más en los inconvenientes que en los logros. Esto significa que, a pesar de que pueden alcanzar resultados impresionantes, suelen centrarse en lo que perciben como fallos o carencias, minimizando los aspectos positivos de su trabajo. La satisfacción personal se vuelve casi inalcanzable, ya que su mirada está siempre puesta en lo que falta por mejorar.


Finalmente, la visión del logro como una exigencia ineludible genera una presión continua, donde el éxito no es simplemente una meta deseada, sino una condición necesaria para sentirse válido. Cualquier desviación de sus altos estándares se vive como una amenaza, lo que puede llevar a la parálisis por miedo a equivocarse.


En terapia suelo decir que hay una puerta en las alturas que quieren abrir, pero que no ven las escaleras o si las ven están distorsionadas, son interminables... el trabajo será poder ver ese primer escalón que simpre ha estado enfrente para empezar, y que no se ve por miedo y ansiedad.


Esto evidentemente no permite disfrutar del trayecto hacia los objetivos, al contrario causa sufrimiento o parálisis y genera por ejemplo, machaques de "insuficiencia" o de ”pereza” (palabra empleada muchas veces por mujeres que jamás descansan) como excusa para no intentar algo nuevo.


La Parálisis y la Insatisfacción Constante


Muchas mujeres en mi consulta, se identifican con alguna de estas formas de perfeccionismo:


• Las que se paralizan y no terminan sus proyectos


• Las que terminan, pero nunca están "satisfechas" con su trabajo


Esta inhibición, en palabras del psicoanálisis , va más allá de la fuerza de voluntad, se trata en muchos casos de una respuesta a la angustia y al miedo. ¿Pero angustia de qué? ¿Miedo a qué?


De la Autocrítica voráz como mecanismo de control


Una de las formas de presentación del perfeccionismo es el bucle de los deberías, debería hacer eso, debería haber hecho esto. Karen Horney, (1885-1952) una de las primeras mujeres psicoanalistas, desarrolló la idea de "La Tiranía de los Deberías", un empuje voráz que traduce todo en ideales inalcanzables: deberia ser ... debería hacer, ella debería... él

Karen Horney
Karen Horney

debería. En la terapia, trabajar con estas ideas y reformularlas es esencial para romper el ciclo del perfeccionismo. Hay que ubicar cuáles son los "deberías" y de dónde vienen.


Horney también señaló, y coincido, que el psicoanálisis fue construido desde una perspectiva masculina y, por lo tanto, es necesario revisar estas ideas para entender mejor la experiencia de las mujeres.


Subrayó la importancia de reconocer cómo la sociedad patriarcal contribuye a la internalización de estas voces críticas en las mujeres, alentando una autopercepción basada en la perfección y la obediencia a normas externas. Es decir, como mecanismo de control.


La presión que enfrentan las mujeres para ser perfectas tiene raíces muy profundas en la historia y la cultura. Desde siempre, se les ha impuesto la idea de ser la “mujer ideal" para ser elegidas: atractivas, cuidadoras y exitosas en el trabajo, sin margen para errores.  Además, la sociedad tiene estándares de belleza mucho más estrictos para las mujeres, promoviendo imágenes ideales que son casi imposibles de alcanzar.


Desde pequeñas, las niñas son socializadas de manera diferente a los niños, aprendiendo a ser complacientes y a preocuparse por las necesidades de los demás, lo que las hace más sensibles a lo que se espera de ellas. Se valora a las niñas cuando son perfectas y sabias, y se traduce el ser buenas como perfectas.


Según varios estudios las niñas muestran una mayor preocupación por los errores y esto aumenta a medida que pasan de curso académico (Siegle y Schuler, 2000), las alumnas se inclinan por agrandar sus errores más de lo que son por el alto nivel de autocrítica y la gran insatisfacción personal, por lo que sus expectativas de logro son mayores (Domínguez, 2003). Además, tienden a referir su éxito a la suerte o al sobreesfuerzo (Freeman, 2004) y establecen una percepción respecto a sus capacidades y habilidades diferente a sus iguales hombres, añadiendo que los roles impuestos afectan a las expectativas y a la autoestima.


Un ejemplo, en el libro El Síndrome de la Impostora, las autoras reflejan cómo, ante una candidatura laboral, las mujeres tienden a no aplicar si no cumplen el 100% de los requisitos, mientras que los hombres lo hacen con un 70%. (ellas infravaloran, ellos sobrevaloran).


La Importancia de Normalizar el Error y el Proceso de Aprendizaje


En terapia, trabajo con esas paradojas y dudas patológicas que el perfeccionismo impone, al igual que con los síntomas que arrastra como ansiedad, depresión o burn out.


Una estrategia común es primero darle lugar a la frustración y luego intervenir para normalizar el error como parte del proceso y a conectar con su trabajo, más allá del resultado.


Analizamos los “deberías” y buscamos transformarlos en preferencias o deseos más flexibles: “Me gustaría hacer esto de la mejor manera posible, pero está bien si no es perfecto”. Como en todo proceso de Todo o Nada, el trabajo está en relativizar e integrar las partes positivas del self.


Una estrategia que hago es diferenciar el "feedback " de la crítica personal, utilizando el anglicismo como un modo de tomar distancia y que se contextualice la crítica en el trabajo no en la persona.


En el segundo caso, una crítica al ser, puede ser analizada desde los vínculos que se tiene, el contenido de la crítica, empezando a relativizarla o contextualizarla. Algo que en el caso del "feedback" no se necesita hacer.


El objetivo es que cada mujer, ya sea una ilustradora, diseñadora, arquitecta, productora, escritora, fotógrafa, emprendedora, madre, jefa, puedan reconectar con su propio criterio y aprender a ser su compañera en lugar de su crítica más feroz. Esto lleva mucho trabajo terapeútico, porque no se trata de la voluntad o de concientización. Hay que rastrear mandatos propios y ajenos y tomar decisiones propias frente a ellos.


Entender que la perfección no es un requisito para merecer ser querido ni para disfrutar de la vida, ni siquiera es una cualidad o una virtud. Aceptar los errores es parte del proceso de aprendizaje y para aprender hay primero que no saber... y tolerar entonces ese espacio-tiempo de incertidumbre.


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